31 de julio de 2008

Me perdi a mi misma.

Hoy me busqué en el pasado al momento que me miré al espejo y en el asombro no pude encontrar nada más que una lágrima herida deslizándose por el vidrio cuando recordé que ese llanto pertenecía a aquel reflejo extraviado que solía ser parte perfil de mi alma, una niña que sonreía entre rosas blancas y sueños de seda. Aquella alma que se me había perdido hace mucho tiempo atrás en medio de la noche y no hice más que ignorar su ausencia que en mis manos había dejado y su sombra se me había escapado entre los dedos y ya nunca más regresé a aquel lugar. Hoy comprendía el vacío que habitaba en mi y decidí ir por ella al fin. Nada. No la encontré, había desaparecido. Entre desespero y pena la busqué mientras en medio de mi sed cayó entre destellos una cascada de agua cristalina que sació mis labios deshidratados, que en medio de tenebrosa oscuridad se hizo presente la luna para guiarme el sendero, que en pleno sofocante calor los árboles parecían crecer y sus copas podían entregar mayor sombra. Aún así, nada podría llenarme del todo como lo que tanto deseaba, me quería a mi de vuelta pero el cansancio se presentó a mis pies y caí rendida en el áspero suelo de rocas y polvo. Al despertar me encontraba en medio de maravilloso paraíso rodeado de manantiales donde la brisa no cesaba y el rocío reposaba en mis pestañas. Al alzar la vista me topé conmigo, que en su sucia cara aún brillaba su mirada de júbilo cuando se me acercó y en medio de suave sonrisa su contorno se transformó en espejo que reflejaba mi sorpresa. Me susurró al oído de que ella había estado todo este tiempo perdida dentro de mí y que si no la había podido encontrar en el reflejo era porque en verdad no estaba dejando mirar el fondo de mi corazón...

1 comentario:

Unknown dijo...

Dios!!!!!

Señorita, es hermosos lo escrito...

Besos!

Ellos son