9 de abril de 2009

Puro teatro.

En el fondo sabía que llegaría el momento.
Nada es eterno, todo es fugaz.
Principio y fin.
Un círculo perfecto que hace que se conserve el equilibrio.

Por un tiempo sintió que su vida pendía de un hilo. Ejerció de funambulista a tiempo parcial durante horas, semanas, meses…

Ahora se había acabado. Ahora volvía a su realidad.
Un golpe brusco y seco.
Puede que el dolor sea insoportable durante una temporada, pero a la larga será mejor. Las despedidas que duran en el tiempo nunca fueron buenas.

“The show must go on” estaba harta de esas palabras. Llega un momento en el que las luces se apagan y los actores bajan del escenario.
El suyo, había llegado; llegó la hora de desmaquillarse. No quería seguir fingiendo. Algo en su interior le decía que todo había acabado.

Recibía señales que pretendían indicar que todo era igual que ayer, igual que siempre. Pero sabía que no era así.
Él quería seguir con el show, pero ya no la trataba como actriz principal.

Sin darse cuenta, sin saber cómo ni por qué, la historia había cambiado. Un brusco giro en el cuento que la relegaba a un segundo plano.
Ya no era su historia compartida, aquella que escribían minuto a minuto compartiendo sueños, risas, deseos, pasiones.

No, se acabó. Es mejor saber cuándo llegó el final y aceptarlo sin más. Tratar de mantener con vida aquello que ya se sabe muerto, es antinatural.

“Me retiro” dijo.
Guardó bajo llave los recuerdos, las miradas, los besos, la complicidad. Un corazón sellado y reacio a recibir oxígeno de nuevo, al menos por un tiempo…

Prefirió retirarse y ser recordada a morir por el olvido.

Deber y querer. Querer y poder. Poder y deber.
Eterno bucle. Eterna duda.

“Cuando pueda, cuando me sienta con fuerzas, debo decirle que cuando quiera volveré a estar ahí para él”. Y tras esto, mirando por última vez atrás, cerró el telón de lo que había sido el escenario de los últimos años, esperando que algún día él decidiera volver a buscarla y ser el protagonista de la obra de su vida.

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